Me gusta ahondar el conocimiento que tengo de las personas y las cosas, sabiendo que para eso hay que dedicar tiempo.

Pero, ¿por qué entonces estoy tan interesada en el viaje que, debido a la brevedad de sus intercambios, solo puede ser una travesía superficial, así como la fotografía que, fruto del instante, sería del mismo tipo?

Esta pregunta surgió revelando una paradoja.

Después de haber convocado los recuerdos e imágenes productos de mis andanzas, me fue imposible concluir en la inconsistencia. Al contrario, muchos son el resultado de momentos que considero importantes.

Me queda claro, hoy, que el tiempo no es el único generador de relaciones valiosas, la calidad de éstas no solo puede medirse contando el tiempo invertido en ellas.

Somos capaces de una gran agudeza en un instante o al cabo de varios años de esfuerzo, la primera a condición de encontrarnos frente a alguien o a algo que nos corresponda.

Y esa es quizás la condición principal a la que deberíamos someter nuestras aspiraciones a la profundidad.