Encuentro en Palmira
Conocí a esta jovencita en el yacimiento arqueológico de Palmira (Siria) en el mes de octubre del 2006.
Nos comunicamos mediante gestos. Me dio su aprobación para fotografiarla y ciertamente esperaba venderme uno de los collares que tenía en la mano. Por desgracia, yo había salido del hotel solo con mi cámara…
Trabajando estos días en las fotos tomadas en Siria con el fin de integrarlas a mi página Web, me encontré con esta imagen. En vistas de lo que está pasando en Siria desde hace algunos años, y en Palmira precisamente, me pregunté qué habría pasado con ella… Lo más seguro es que la violencia de la guerra la haya alcanzado…
Cuando hojeo mi fototeca con la intención de realizar un nuevo proyecto de trabajo, y teniendo en cuenta que ha pasado mucho tiempo desde que comencé a fotografiar, a menudo me encuentro con imágenes de personas que ya murieron… Esos rostros me interpelan de una manera que no sé traducir en palabras. No es solo tristeza lo que siento…
De cierta manera, y es algo que se ha dicho mucho, la foto mantiene viva a la persona desaparecida. Sin embargo, la impresión de vida que se desprende de la imagen nunca deja de sorprenderme.
La fotografía tiene una diferencia fundamental con la pintura, ella toma por sujeto al ser vivo, en el momento mismo en que se está vivo, fijando así un instante de esa vida. La pintura al contrario, es una imagen digerida por el pintor, un retrato pintado es una imagen domesticada por el artista.
Quizás la jovencita haya muerto, pero aún vive en esta fotografía.
El brillo de sus ojos es una prueba irrefutable, y un tanto inquietante…