¿Porqué viajar para fotografiar?
Un día alguien me dijo, con cierta gravedad en sus palabras, que no había necesidad de viajar por el mundo para realizar buenas imágenes y esta frase me acompañó largo tiempo, hasta que un día entendí que no tenía el valor absoluto que le había dado, y que solo era válida para ciertos tipos de fotografías.
En lo que me concierne, siendo mi interés principal la fotografía de los seres humanos, practico ésta de manera preferencial durante los viajes porque acercarme a culturas disímiles me procura una sensación de libertad que me es favorable para tomar imágenes interesantes.
Las sociedades siempre establecen normas que rigen las relaciones entre los unos y los otros y determinan lo que puede ser de orden público, es decir en nuestro caso, lo que puede ser libremente fotografiado. En su país de origen el fotógrafo conoce esas normas, y aunque no las aplique ellas están presentes en su mente cuando trabaja. Sólo un carácter transgresor (que no poseo) o un evento excepcional pueden hacer saltar los cerrojos.
En viaje, gracias al desconocimiento de las reglas locales, elijo mis sujetos sin inhibiciones y si los habitantes, conscientes de mi ignorancia, no se sienten obligados de recordármelas, puedo trabajar tranquila.
Esto me permite conocer a hombres y mujeres en su estado natural, sin que ninguna regla venga a empañar la simpatía sencillamente humana que emerge de nuestro encuentro.
El consentimiento que manifiestan genera situaciones sin aderezos en las que mi cámara puede capturar imágenes veraces.