¿Elegir un único punto de vista?
Los fotógrafos, al igual que los escritores, siguen distintas escuelas en lo que concierne el punto de vista, es decir la distancia en la cual uno se sitúa para fotografiar un sujeto.
La fotografía con teleobjetivo es largamente admitida cuando se trata de la vida salvaje (animales, pájaros) y otras situaciones de ese tipo. Al contrario, cuando se trata del humano y de su entorno, las opiniones difieren.
Los entusiastas de la toma de lejos, que omite los acuerdos y olvida las tradiciones culturales, eligen este punto de vista en el interés de la naturalidad de la escena, porque estiman que las actitudes se modifican cuando un personaje nuevo, y más aun cuando se trata de un extranjero, entra en el espacio inmediato. La presencia del fotógrafo modificaría negativamente el desenvolvimiento de la vida que es el sujeto de la fotografía.
Los adeptos de la fotografía de cerca, que requiere un acuerdo y un estado de confianza, la elijen, al contrario, para captar la intimidad de la gente, a sabiendas que su presencia se traduce necesariamente en un cambio de comportamiento de los sujetos, modificación considerada aquí como positiva.
Están entonces aquellos que prefieren situarse lejos, y otros que escogen la toma de cerca, y cada uno defiende su posición con razones válidas ; los puristas mostrando tendencias a optar por una posición única.
Pero, ¿se debe elegir de manera radical un único punto de vista?
Una escena de vida preservada en su esencia será sin duda más elocuente que una que ha trabado su impulso a causa de la entrada en juego de un desconocido.
De la misma manera, una mirada hablará y revelará más de la interioridad del sujeto, si este ha integrado la presencia del fotógrafo.
Hay que saber aprovechar las circunstancias de la realidad.