La imagen de viaje
La imagen de viaje frecuentemente se asigna a si misma la tarea de retener lo que es nuevo.
En país extranjero, el ojo se concentra naturalmente sobre todo aquello que presenta las características de lo foráneo, y si se dispone de una cámara, trataremos sin duda de guardar rastro de la novedad.
Estamos literalmente sumergidos por clichés de esta naturaleza, al punto de tener a veces la impresión de conocer todo de la apariencia del mundo y preguntarnos si el viaje puede aun hacernos descubrir algo…
Yo también caigo en esa trampa, el exotismo es un atracción poderosa.
Sin embargo, hace un buen momento descubrí, que no es eso lo que en realidad me interesa.
Lo que me cautiva en el viaje es el encuentro con mis congéneres.
Después de numerosas peregrinaciones, una evidencia se hizo luz. Nuestras diferencias culturales no establecen entre nosotros una diferencia fundamental. En todas partes existen las mismas miradas, las mismas maneras de ser niño, las mismas actitudes del cuerpo mostrando el juego de emociones y sentimientos… Todos sobrellevamos las mismas inquietudes y tenemos la misma aspiración a la felicidad.
Mientras más recorro el mundo, más constato cuan comparables somos.
La verdadera felicidad del viaje surge cuando logro sobrepasar la barrera de las apariencias y puedo al fin compartir con mis semejantes la banalidad la más humana.
Y poder dejar una huella en mi fotografía.