Mirada bajo influencia
Viajo con la expectativa de encontrarme con la realidad del mundo. Para verlo con mis ojos, saborearlo con mis papilas, olerlo con mi nariz.
Antes de empezar cada viaje, habiendo leído, oído y visto demasiado, me voy llena de ideas preconcebidas, que resultan generalmente ser falsas. Pensaba ingenuamente que éstas no tardaban en ser reemplazadas. Lo pensaba antes de percatarme de un extraño fenómeno.
A pesar del hecho de que soy consciente de que viajo con ideas quiméricas, y aun cuando la realidad pareciera borrarlas rápidamente, constaté que tenía tendencia a fotografiar bajo la influencia de esas ideas. Es así, que en cuanto llego a algún destino, me encuentro fotografiando todo lo que hace eco a esas imágenes preconcebidas. Como si pusiera toda mi energía en descubrir in situ esas imágenes prometidas. Ejemplificadora es esa manía innata de sentirme atraída por las formas de los monumentos antiguos, por la manera tradicional de vestirse … que, en definitiva, son las imágenes más difundidas, porque son las más exóticas y las más aptas para hacernos «soñar», como lo proclaman, sin cesar, los medios de comunicación.
A causa de ellas necesito tiempo y mucha energía para aterrizar en un lugar nuevo.
Vivimos y evolucionamos bajo influencias. Incluso nuestra manera de mirar está sometida a ese formateo sutil del cual parece difícil, si no imposible, escapar. Hay que saberlo.
Viajar es un intento de desintoxicación. Me desplazo en estado de alerta.